Simón Zamora - Diario de Avisos
Arona
Muy cerca de la carretera general entre la autopista y Arona, un poco más arriba de La Camella, en el barranco de la Tahona, hay una cruz de madera junto a un gigantesco cardón. Se trata de un símbolo que recuerda a tres víctimas de la Guerra Civil Española, ejecutadas durante la noche del 2 al 3 de noviembre de 1936. Los motivos políticos y las rencillas profesionales terminaron con la vida de tres vecinos de Arico, que fueron trasladados hasta La Camella y después no se supo nada más de ellos. La versión oficial, con una requisitoria en el Boletín Oficial de la Provincia del 1 de enero de 1937, los dio por desaparecidos.
El médico José Rivera, de 31 años, el maestro y agricultor Manuel Solana de 70, y su esposa Pilar García, de 65, fueron secuestrados por Acción Ciudadana, un movimiento que respaldó el alzamiento de Francisco Franco y que después se integraría en Falange Española y de las JONS. Los rumores populares apuntan a que fueron ejecutados y quemados en la zona de La Camella.
Solana era el presidente del PSOE de Arico, que se constituyó durante la Segunda República, en diciembre de 1935, y Rivera pertenecía al Partido Republicano Tinerfeño y había mantenido discrepancias en el ejercicio de su profesión como médico con el jefe de Acción Ciudadana en Arico según relata un trabajo de investigación sobre lo sucedido del historiador José Francisco López Felipe.
En Canarias, donde se produjeron algunas escaramuzas tras el rápido triunfo del levantamiento franquista en las islas, desaparecieron unas 3.000 personas aproximadamente según López Felipe, que recoge en su libro La Represión Franquista en Canarias las versiones contradictorias que se registraron en la investigación judicial abierta tras la desaparición de estos tres vecinos de Arico, donde no hubo ningún tipo de enfrentamiento, sino un secuestro y asesinato de estas tres personas.
Si bien en los documentos oficiales se recoge la desaparición de estas personas, la tradición oral habla de todo lo contrario, de una ejecución clandestina. De hecho, la familia de un joven que vio restos de ropa quemados, un plato de soldado con sangre y unos zapatos del número 42 donde ahora está la mencionada cruz, fue amenazada para que guardara silencio, según los testimonios orales que se recogen en las II Jornadas de Historia del Sur de Tenerife publicadas recientemente por el Ayuntamiento de Arona.
El silencio para sobrevivir
Un sargento de la Guardia Civil, al enterarse de que el rumor circulaba por el pueblo, citó al joven y a su madre para obligarles a guardar silencio.
José Ramón Rivera Peraza, el hijo del médico asesinado, era un bebé de dos meses en noviembre de 1936, pero le han contado que familiares suyos tuvieron que abandonar el pueblo tras ser amenazados al investigar lo sucedido. Su madre se enteró de la desaparición de su padre el 2 de noviembre a las 22.00 horas, cuando un vecino la avisó de que su coche estaba con las luces encendidas frente al garaje abierto. A Rivera Peraza le contaron que su padre era un médico de pueblo muy querido en Arico y que su ideología era moderada de izquierdas. Pertenecía al Partido Republicano Tinerfeño. Hubo "un ocultismo total sobre lo sucedido", manifestó José Ramón Rivera. Intuye que no se llevaba bien por motivos profesionales con el jefe de Acción Ciudadana, pues "ejercía de practicante sin titulación alguna según me han comentado".
Si bien en la investigación sobre las desapariciones el jefe local de Acción Ciudadana dijo que estaba en Santa Cruz de Tenerife, en casa de un amigo, José Ramón Rivera apunta que tenía personas a sus órdenes y que durante la noche del 2 al 3 de noviembre, cuando fueron a buscar a un grupo de vecinos, algunos de ellos escaparon, incluyeron a su padre entre las personas a asesinar.
A José Ramón Rivera Peraza, con 74 años, y a su hermana, María del Carmen Rivera Peraza, con 81, les gustaría poder enterrar los restos de su padre junto a los de su madre. La investigación oficial se cerró el 7 de mayo de 1938 y no sirvió de nada, pero como se plantea en el libro La represión franquista en Canarias, de José Francisco López Felipe, "este caso que la Justicia nunca esclareció sigue abierto para los historiadores".
Unos 3.000 desaparecidos en Canarias
Es difícil saber, por no decir imposible, las cifras exactas de las víctimas de la Guerra Civil Española. Según algunos historiadores superaron las 600.000 en todo el país. Las persecuciones indiscriminadas que realizaron ambos bandos durante el conflicto y los muertos en los combates y en la retaguardia, por hambre y enfermedades, conmocionaron al planeta poco antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial. En Canarias, donde sólo se produjeron algunas escaramuzas porque el alzamiento del movimiento nacional iniciado en Las Raíces triunfó enseguida, también hubo represión. Algunos cálculos hablan de unos 3.000 desaparecidos aproximadamente y hace poco el ex juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón recibió los nombres de más de 2.200 personas desaparecidas en las islas. Muchas más que los 122 fusilamientos autorizados por el gobierno franquista. El caso de La Camella figura en los documentos oficiales como desapariciones, pero la tradición oral ha mantenido en el recuerdo este triste suceso.
Arona
Un testimonio reciente cita restos humanos quemados tras ejecuciones de la Guerra Civil en Arona
Muy cerca de la carretera general entre la autopista y Arona, un poco más arriba de La Camella, en el barranco de la Tahona, hay una cruz de madera junto a un gigantesco cardón. Se trata de un símbolo que recuerda a tres víctimas de la Guerra Civil Española, ejecutadas durante la noche del 2 al 3 de noviembre de 1936. Los motivos políticos y las rencillas profesionales terminaron con la vida de tres vecinos de Arico, que fueron trasladados hasta La Camella y después no se supo nada más de ellos. La versión oficial, con una requisitoria en el Boletín Oficial de la Provincia del 1 de enero de 1937, los dio por desaparecidos.
El médico José Rivera, de 31 años, el maestro y agricultor Manuel Solana de 70, y su esposa Pilar García, de 65, fueron secuestrados por Acción Ciudadana, un movimiento que respaldó el alzamiento de Francisco Franco y que después se integraría en Falange Española y de las JONS. Los rumores populares apuntan a que fueron ejecutados y quemados en la zona de La Camella.
Solana era el presidente del PSOE de Arico, que se constituyó durante la Segunda República, en diciembre de 1935, y Rivera pertenecía al Partido Republicano Tinerfeño y había mantenido discrepancias en el ejercicio de su profesión como médico con el jefe de Acción Ciudadana en Arico según relata un trabajo de investigación sobre lo sucedido del historiador José Francisco López Felipe.
En Canarias, donde se produjeron algunas escaramuzas tras el rápido triunfo del levantamiento franquista en las islas, desaparecieron unas 3.000 personas aproximadamente según López Felipe, que recoge en su libro La Represión Franquista en Canarias las versiones contradictorias que se registraron en la investigación judicial abierta tras la desaparición de estos tres vecinos de Arico, donde no hubo ningún tipo de enfrentamiento, sino un secuestro y asesinato de estas tres personas.
Si bien en los documentos oficiales se recoge la desaparición de estas personas, la tradición oral habla de todo lo contrario, de una ejecución clandestina. De hecho, la familia de un joven que vio restos de ropa quemados, un plato de soldado con sangre y unos zapatos del número 42 donde ahora está la mencionada cruz, fue amenazada para que guardara silencio, según los testimonios orales que se recogen en las II Jornadas de Historia del Sur de Tenerife publicadas recientemente por el Ayuntamiento de Arona.
El silencio para sobrevivir
Un sargento de la Guardia Civil, al enterarse de que el rumor circulaba por el pueblo, citó al joven y a su madre para obligarles a guardar silencio.
José Ramón Rivera Peraza, el hijo del médico asesinado, era un bebé de dos meses en noviembre de 1936, pero le han contado que familiares suyos tuvieron que abandonar el pueblo tras ser amenazados al investigar lo sucedido. Su madre se enteró de la desaparición de su padre el 2 de noviembre a las 22.00 horas, cuando un vecino la avisó de que su coche estaba con las luces encendidas frente al garaje abierto. A Rivera Peraza le contaron que su padre era un médico de pueblo muy querido en Arico y que su ideología era moderada de izquierdas. Pertenecía al Partido Republicano Tinerfeño. Hubo "un ocultismo total sobre lo sucedido", manifestó José Ramón Rivera. Intuye que no se llevaba bien por motivos profesionales con el jefe de Acción Ciudadana, pues "ejercía de practicante sin titulación alguna según me han comentado".
Si bien en la investigación sobre las desapariciones el jefe local de Acción Ciudadana dijo que estaba en Santa Cruz de Tenerife, en casa de un amigo, José Ramón Rivera apunta que tenía personas a sus órdenes y que durante la noche del 2 al 3 de noviembre, cuando fueron a buscar a un grupo de vecinos, algunos de ellos escaparon, incluyeron a su padre entre las personas a asesinar.
A José Ramón Rivera Peraza, con 74 años, y a su hermana, María del Carmen Rivera Peraza, con 81, les gustaría poder enterrar los restos de su padre junto a los de su madre. La investigación oficial se cerró el 7 de mayo de 1938 y no sirvió de nada, pero como se plantea en el libro La represión franquista en Canarias, de José Francisco López Felipe, "este caso que la Justicia nunca esclareció sigue abierto para los historiadores".
Unos 3.000 desaparecidos en Canarias
Es difícil saber, por no decir imposible, las cifras exactas de las víctimas de la Guerra Civil Española. Según algunos historiadores superaron las 600.000 en todo el país. Las persecuciones indiscriminadas que realizaron ambos bandos durante el conflicto y los muertos en los combates y en la retaguardia, por hambre y enfermedades, conmocionaron al planeta poco antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial. En Canarias, donde sólo se produjeron algunas escaramuzas porque el alzamiento del movimiento nacional iniciado en Las Raíces triunfó enseguida, también hubo represión. Algunos cálculos hablan de unos 3.000 desaparecidos aproximadamente y hace poco el ex juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón recibió los nombres de más de 2.200 personas desaparecidas en las islas. Muchas más que los 122 fusilamientos autorizados por el gobierno franquista. El caso de La Camella figura en los documentos oficiales como desapariciones, pero la tradición oral ha mantenido en el recuerdo este triste suceso.
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